Esperanzar y Esperanzarme

Mi primer recuerdo del mito de Pandora es que siempre lamentábamos que la esperanza hubiera quedado encerrada en la caja. Recordamos la historia: Zeus, enfadado con los hombres tras que Prometeo les llevara el fuego, decide enviar a una mujer con una caja en la que encierra todos los males, con la instrucción de no abrirla. Pero Pandora la abrió y los peores males se extendieron pero, justo cuando iba a salir la esperanza, logró cerrar la caja. Desde alguna interpretación se lee como que la esperanza vive en el corazón del hombre, y está siempre como recurso disponible.

Pero estamos hablando del regalo envenenado que Zeus dio a los hombres y en ningún momento se menciona que entre ellos hubiera un bien camuflado. Porque muchas veces la esperanza se ha usado muchas veces como verdadero opio del pueblo para tener al ser humano conforme con lo que está viviendo y no se queje.

Quizá Zeus se equivocó al regalar esta esperanza a los hombres. ¿Tuvo mala suerte de que quedara dentro de la caja? Creo que Zeus sabía muy bien lo que hacía porque, en palabras de Ibsen, “La esperanza ha contribuido a perder al género humano”.

Y es una perdición cuando…

….me hace poner todas mis miras en el futuro, donde todo será distinto y fantástico, sin ser consciente del presente; crea y mantiene la ilusión de que mañana será mejor y aleja del aquí y ahora;

… es la excusa perfecta para dar paso a la resignación: ahora no van bien las cosas, pero luego mejorarán…. Me quedo quieto esperando que las cosas cambien por si solas. La esperanza no es pasiva, entonces sería resignación, sino que siempre nos ayuda a mover ficha para alcanzar la meta que queremos conseguir, en una actitud activa en que esperanza se convierta en gerundio: “Esperanzando”, una forma verbal que constantemente se está produciendo y actualizando. No se tiene o no se tiene esperanza en general. Existe la esperanza en algo concreto, algo que deseo y en lo que la centro: sanar, mejorar, adaptarme al cambio…. . Resignación es creer que no va a haber cambio. La Esperanza dice que si….. El cielo, las reencarnaciones,…al final es un posponer el premio y un acicate para conformarse a la espera de satisfacciones posteriores. Ese es el castigo de Zeus.

… la esperanza es un regalo trampa cuando se disfraza de optimismo, una cualidad aceptada y valorada, pero que no siempre es adaptativa ni la mejor. El optimista cuenta con sus propios recursos y experiencia; la esperanza supone un salto al vacío.

…es forzada….recibimos la instrucción de que hemos de tener esperanza, nos bombardean cuando estamos mal con frases que pretenden despertar nuestra capacidad de espera. Incluso el refranero nos habla de ello (“la esperanza es lo último que se pierde”, “siempre nos queda la esperanza”,…) Y los refranes son condensaciones de experiencias y saber no científico, que actúan como consignas cuando estamos en situaciones que los evocan.

 

LA ESPERANZA EN LA QUE CREO

No existe la esperanza, sino un ser humano que espera. Porque es personal e intransferible. Y, aunque creo que existe una esperanza o anhelo de esperanza, lo importante es descubrir el resquicio de ella que en cada circunstancia existe. Creo en la esperanza como parte de la vida. Creo que cada instante podemos hacer una apuesta por ella. Y si es cierto que existe una esperanza global, vital, envolvente, también lo es que hay una esperanza «de andar por casa» que debemos cuidar.

Esperar que las cosas cambien es lícito. Esperar de forma pasiva y conformista, no. Porque la esperanza en la que creo siempre mueve a la acción. Hemos de alejarnos del conformismo del “ya cambiará” porque nos aleja del presente. Se construye a medida que se vive en ella. Si se hace camino al andar, se hace esperanza al esperanzar.

La esperanza existe porque existe el deseo, un anhelo de que las cosas sean de otra manera, de que haya un cambio que, desde la esperanza, creo que va a ser a mejor. El deseo puede ser neutro, pero la esperanza tiene un sesgo positivo. Podemos ayudar a las personas cercanas a clarificar y tomar conciencia de los deseos. ¿Qué sueñas? ¿Cómo te gustaría que fueran las cosas? ¿Qué harías si ahora mismo no estuvieras (deprimido, con miedo,….)?. Lo que importa es darse cuenta de que puedo dar pasos hacia aquello que deseo. Siempre con el fondo de una esperanza que me lleva a pensar que aquello que deseo es bueno, es posible, está al alcance de mi mano. La clave está en pasar de la espera pasiva al esperar actuante. “La espera se hace esperanza cuando la confianza en lograr lo que se espera predomina sobre el temor de no lograrlo” (Lain Entralgo, 1993, p. 172)[1]

Creo en la esperanza activa, que mueve a la acción, que está convencida de que algo bueno está por venir y mueve mi deseo de trabajar para conseguirlo. Seguir creyendo en el proyecto y confiando que se realizará aunque las circunstancias parezcan decir lo contrario. “La esperanza es un estado de ánimo, una forma de ser. Una disposición interna, un intenso estar listo para actuar” (Fromm, 1970, p. 21)[2]. Creo en la esperanza como recorrido. Creo en las metas volantes, porque cada meta parcial me hace sentir emociones positivas y me implica más.

La esperanza es necesaria porque la vida es transitoria; también los hechos negativos. La esperanza parte de la insatisfacción, del no conformarse con lo dado. Hay un futuro que alcanzar mejor que el presente. La esperanza permite que nos mantengamos en pie cuando las circunstancias podrían derrumbarnos. Se retroalimenta, pues a mayor esperanza, mayor capacidad de aceptar los cambios.

Creo en la esperanza que mira hacia el futuro al que queremos llegar. La esperanza tiene carácter de futuro en sus contenidos: las metas (¿deseo una meta posible?), en los medios (pasos a considerar) y en los caminos (¿puedo?, que remite al sentimiento de eficacia personal). El futuro deseado se hace presente en la esperanza.

 

ESPERANZAR Y ESPERANZARME

Podemos ser, para los que tenemos cerca, testigos de esperanza, de una esperanza realista que cuenta con las propias capacidades y se atreve a un cambio de mirada para ver más allá de la realidad de este instante. Lo primero que cada uno debemos hacer, es saber cómo está nuestro propio nivel. Porque la esperanza no se explica, se transmite. Y en esa relación, sea profesional o de amistad, he de asegurar previamente que dispongo de ella para poder «convencer» a los demás de que vale la pena tenerla, porque en una relación siempre se produce el encuentro de dos esperanzas.

Necesitamos actos de esperanza. Cada gesto, paso, acción…. Que me lleva a, por un lado, reafirmarme en ella y, por otro, a construir sobre lo ya edificado. La esperanza se sustenta en actos que me hacen sentir que estoy en marcha hacia la consecución de lo que deseo/espero. Y siempre se puede hacer algo, aunque no confíe mucho en ello. Actuar frente a la desgana, la apatía o los pensamientos desmotivadores. Todo es cuestión de empezar, porque la esperanza se va encadenando y construyendo sobre lo esperanzado.

A veces es necesario ampliar el campo de visión. “Un barco no debería navegar con una sola ancla, ni una vida con una sola esperanza” (Epicteto). Muchas veces nos limitamos a mirar en una sola dirección, la que creemos acertada. Por eso es necesario recuperar la humildad de reconocer que podemos equivocar nuestro enfoque y abrir el, porque a veces la solución está cerca y no la vemos.

Por último, es importante recuperar la historia personal de situaciones esperanzadas. Aprender de la propia experiencia. Nuestra labor, a menudo, consiste en recordar a quien ha olvidado la esperanza, que esta existe y que ha aparecido en diversos momentos de su vida. Y no importa tanto el resultado (si se cumplió lo que esperaba, vivimos demasiado pendientes de ello) como que la esperanza me activó y puso en marcha. Existe una “desesperanza aprendida” que hay que conocer y contrarrestar con la historia de esperanzas. Se construye a base de experiencias negativas y de las ideas que me formo sobre ellas. La desesperanza, el hecho de que no hayan sucedido las cosas que espero, se edifica sobre ladrillos de experiencias negativas. Nuestra tarea, en muchos casos, es ayudar a elegir ladrillos sólidos sobre los que construir de ahora en adelante. Porque muchas veces la esperanza la hemos puesto en algo inalcanzable, que nos desesperamos por no conseguir aunque partamos de un punto de inicio poco adecuado. Y creo que en todo ser humano hay un momento para la esperanza. Y que hemos vivido y, seguramente olvidado, las experiencias esperanzadoras. Por eso tenemos que rebobinar y recuperar esas sensaciones con el fin de actualizarlas y que nos sirvan de base para el futuro. Todo esto se resume en una frase que podemos hacer nuestra: “Si antes he podido….ahora podré”.

La esperanza es un regalo, así lo creo, pero siempre que parta del convencimiento de que que el futuro depende del actuar humano, que depende sobre todo de nosotros y de nuestras decisiones, esperemos que responsables.

 

 


[1] LAIN ENTRALGO, P (1993).- Creer, esperar, amar. Galaxia Gutenberg. Barcelona.

[2] FROMM, E (1970).- La revolución de la esperanza. Hacia una tecnología humanizada.Libros Tauro. http://www.LibrosTauro.com.ar. Descargado 01-05-2015