¿QUÉ ES LA LOGOTERAPIA?
La logoterapia propone una forma integral de ver al ser humano. Tiene sus raíces en la palabra griega “logos” que, entre sus acepciones, significa sentido. Así, es una forma de entender al ser humano y, por supuesto, la terapia que considera el sentido.
Nace de la mano de Viktor Frankl, psiquiatra vienés, preocupado desde su juventud por comprender qué puede motivar a la persona a seguir adelante. Su experiencia en los campos de concentración nazis supuso el crisol donde probar y vivenciar lo que luego se convertirá en su premisa fundamental.
EL SENTIDO
El sentido no es algo serio ni trágico. El sentido forma parte de nuestra vida diaria. Generalmente, nos remitimos a este concepto cuando ocurre algo que nos conmueve o nos hace tambalearnos. Es cierto que existe un sentido con mayúsculas que se puede aplicar en estos momentos; está muy vinculado con las situaciones límites de la vida que ya conocemos. Pero a mí me gusta más hablar del sentido en minúsculas, con esa sensación de que es posible encontrarlo en cada ocasión de la vida. Casi siempre nos referimos al sentido con un cierto sentimiento trágico, porque nos acordamos de él cuando estamos inmersos en una de esas situaciones que acabamos de definir como límites. Se asocia la filosofía existencial en la filosofía de los desesperados. Los autores principales tenían este sentimiento trágico de la realidad.
Sin embargo, la filosofía existencial nos debe recordar que tenemos una existencia y esa es la que tenemos que vivir lo mejor que podamos, con responsabilidad. Está claro que las circunstancias que acompañan el nacimiento de la Logoterapia, la vida y experiencias de Viktor Frankl en el campo de concentración y las tragedias asociadas, marcan un tinte en que se ha puesto de manifiesto la peor parte de la existencia. Sin embargo, a pesar de ello, el mismo Frankl era un hombre vital que intentó encontrar el sentido en todo lo que le ocurría en la vida.
¿A QUIÉN SE DIRIGE?
Hay situaciones que, por si mismas, nos interrogan sobre el sentido. Momentos complicados en la vida que nos hacen preguntarnos si realmente lo hay, si las circunstancias se han vuelto locas o, como en una frase célebre televisiva, “alguien me está poniendo la pierna encima”. Pero, por suerte, nuestra vida no está teñida siempre con estos tintes, sino que pasa entre tareas diarias, momentos de rutina y de, a veces, hastío. Mi propuesta es ser capaces de encontrar el sentido también en esos momentos. Porque son la mayoría de la vida. Y porque encontrar o, por lo menos, buscar el sentido en esos momentos nos conecta y prepara para saber buscarlo cuando las cosas no vienen bien dadas.
Por tanto, el sentido no es para unos pocos, sino para todos. Porque todos necesitamos en algún momento de nuestra vida responder a la pregunta por él. Mi experiencia en la clínica, también con niños, me ha hecho descubrir que el sentido no es nada elitista. Que todos nos preguntamos y podemos responder. Que hay conceptos que cuesta entender, y el trasfondo filosófico-antropológico a veces usa palabras incomprensibles…. pero eso no es todo, porque más acá de las palabras hay un sentir común que nos lleva a la pregunta.
Los conceptos quizá sean difíciles de comprender…. pero la respuesta…. esa la entiende todo el mundo. Me resulta muy grato y en cierto modo sorprendente ver que personas de muy diversa formación entienden el fondo del pensamiento de Frankl. Incluso los niños, a los que evito siempre palabras rimbombantes, entienden que la pregunta por el para qué es clave para el cambio. Me atrevo a hablar de sentido con ellos y ante cualquier grupo, porque es una llamada existencial a responder. Porque abrir la perspectiva a una nueva de ver las cosas es lo más democrático que existe; porque ante el sentido, todos somos iguales.
¿QUÉ ES LA LOGOTERAPIA?
La logoterapia propone una forma integral de ver al ser humano. Tiene sus raíces en la palabra griega “logos” que, entre sus acepciones, significa sentido. Así, es una forma de entender al ser humano y, por supuesto, la terapia que considera el sentido.
Nace de la mano de Viktor Frankl, psiquiatra vienés, preocupado desde su juventud por comprender qué puede motivar a la persona a seguir adelante. Su experiencia en los campos de concentración nazis supuso el crisol donde probar y vivenciar lo que luego se convertirá en su premisa fundamental.
EL SENTIDO
El sentido no es algo serio ni trágico. El sentido forma parte de nuestra vida diaria. Generalmente, nos remitimos a este concepto cuando ocurre algo que nos conmueve o nos hace tambalearnos. Es cierto que existe un sentido con mayúsculas que se puede aplicar en estos momentos; está muy vinculado con las situaciones límites de la vida que ya conocemos. Pero a mí me gusta más hablar del sentido en minúsculas, con esa sensación de que es posible encontrarlo en cada ocasión de la vida. Casi siempre nos referimos al sentido con un cierto sentimiento trágico, porque nos acordamos de él cuando estamos inmersos en una de esas situaciones que acabamos de definir como límites. Se asocia la filosofía existencial en la filosofía de los desesperados. Los autores principales tenían este sentimiento trágico de la realidad.
Sin embargo, la filosofía existencial nos debe recordar que tenemos una existencia y esa es la que tenemos que vivir lo mejor que podamos, con responsabilidad. Está claro que las circunstancias que acompañan el nacimiento de la Logoterapia, la vida y experiencias de Viktor Frankl en el campo de concentración y las tragedias asociadas, marcan un tinte en que se ha puesto de manifiesto la peor parte de la existencia. Sin embargo, a pesar de ello, el mismo Frankl era un hombre vital que intentó encontrar el sentido en todo lo que le ocurría en la vida.
¿A QUIÉN SE DIRIGE?
Hay situaciones que, por si mismas, nos interrogan sobre el sentido. Momentos complicados en la vida que nos hacen preguntarnos si realmente lo hay, si las circunstancias se han vuelto locas o, como en una frase célebre televisiva, “alguien me está poniendo la pierna encima”. Pero, por suerte, nuestra vida no está teñida siempre con estos tintes, sino que pasa entre tareas diarias, momentos de rutina y de, a veces, hastío. Mi propuesta es ser capaces de encontrar el sentido también en esos momentos. Porque son la mayoría de la vida. Y porque encontrar o, por lo menos, buscar el sentido en esos momentos nos conecta y prepara para saber buscarlo cuando las cosas no vienen bien dadas.
Por tanto, el sentido no es para unos pocos, sino para todos. Porque todos necesitamos en algún momento de nuestra vida responder a la pregunta por él. Mi experiencia en la clínica, también con niños, me ha hecho descubrir que el sentido no es nada elitista. Que todos nos preguntamos y podemos responder. Que hay conceptos que cuesta entender, y el trasfondo filosófico-antropológico a veces usa palabras incomprensibles…. pero eso no es todo, porque más acá de las palabras hay un sentir común que nos lleva a la pregunta.
Los conceptos quizá sean difíciles de comprender…. pero la respuesta…. esa la entiende todo el mundo. Me resulta muy grato y en cierto modo sorprendente ver que personas de muy diversa formación entienden el fondo del pensamiento de Frankl. Incluso los niños, a los que evito siempre palabras rimbombantes, entienden que la pregunta por el para qué es clave para el cambio. Me atrevo a hablar de sentido con ellos y ante cualquier grupo, porque es una llamada existencial a responder. Porque abrir la perspectiva a una nueva de ver las cosas es lo más democrático que existe; porque ante el sentido, todos somos iguales.
Estoy lejos de poder definirme en una línea concreta de ayuda. Creo que si algo me caracteriza es ser ecléctico y recoger, ante la persona que tengo delante, todo lo aprendido tanto en distintas formaciones como en la vida misma. Porque lo importante, para mí, es la persona, esa persona concreta que ha acudido en busca de ayuda. Y buscaré todos los recursos necesarios para ayudarla.
Entre estos recursos, está mi formación, centrada en una orientación humanista, pero con capacidad de comprender y utilizar lo que sea necesario ante la persona concreta. Aprendí de Ansiedad y Depresiones, de técnicas cognitivas, de Terapia de Aceptación y Compromiso….
Desde hace algún tiempo, la Logoterapia de Viktor Frankl me ha ayudado a ver al ser humano como un continuo, donde lo que ocurre ahora forma parte de un marco general de vida conjugada como gerundio, en movimiento y desarrollo. He aprendido que cuando somos capaces de responder a la vida y despertar nuestra libertad, responsabilidad y miramos a los otros, podemos hacer frente a cualquier situación. Lo aprendí de Frankl cuando estuvo en los campos de concentración.
Suelo ayudar a personas con ansiedad, estrés, depresión, vacío existencial. Personas que han vivido o están viviendo una situación que les hace preguntarse por qué les pasa justo eso. Mi rango de atención es amplio en cuanto edad, porque acompaño tanto a niños y sus padres como a adultos. Lo importante no es la edad, sino la persona.
Estoy lejos de poder definirme en una línea concreta de ayuda. Creo que si algo me caracteriza es ser ecléctico y recoger, ante la persona que tengo delante, todo lo aprendido tanto en distintas formaciones como en la vida misma. Porque lo importante, para mí, es la persona, esa persona concreta que ha acudido en busca de ayuda. Y buscaré todos los recursos necesarios para ayudarla.
Entre estos recursos, está mi formación, centrada en una orientación humanista, pero con capacidad de comprender y utilizar lo que sea necesario ante la persona concreta. Aprendí de Ansiedad y Depresiones, de técnicas cognitivas, de Terapia de Aceptación y Compromiso….
Desde hace algún tiempo, la Logoterapia de Viktor Frankl me ha ayudado a ver al ser humano como un continuo, donde lo que ocurre ahora forma parte de un marco general de vida conjugada como gerundio, en movimiento y desarrollo. He aprendido que cuando somos capaces de responder a la vida y despertar nuestra libertad, responsabilidad y miramos a los otros, podemos hacer frente a cualquier situación. Lo aprendí de Frankl cuando estuvo en los campos de concentración.
Suelo ayudar a personas con ansiedad, estrés, depresión, vacío existencial. Personas que han vivido o están viviendo una situación que les hace preguntarse por qué les pasa justo eso. Mi rango de atención es amplio en cuanto edad, porque acompaño tanto a niños y sus padres como a adultos. Lo importante no es la edad, sino la persona.
No me atrevo a hablar de “depresión” en singular, porque hay muchas formas en que se manifiesta y, sin miedo a equivocarme, creo que hay una depresión por cada persona que la padece. Porque somos seres individuales. Por eso, desde mi planteamiento, no importa tanto la etiqueta como la persona. He tenido el privilegio de poder ayudar a adultos y niños, porque sí, también los niños se sienten así a veces.
La ansiedad a veces es buena, porque nos motiva a seguir, pero muchas veces nos deja paralizados. Por eso es necesario saber cómo afrontarla. Por supuesto, en cada persona la ansiedad es diferente.
No tengo miedo de combinar distintas técnicas, pero siempre con la persona en el centro.
Me gusta esta forma de entender la terapia y el proceso terapéutico que asume que el sufrimiento forma parte de la vida. Y que, la mala fama que tiene el sufrimiento, muchas veces tiene mucho que ver con cómo lo pensamos. Las palabras que nos decimos sobre ello tienen gran importancia… pero al final las palabras son sólo palabras y podemos ver de modo distinto el significado que se le otorga.
Aceptar supone reconocer que estamos en un mal momento, que tenemos cierta responsabilidad y que siempre se puede hacer algo con lo que nos pasa. Aceptar supone darme cuenta de que todos mis esfuerzos me han llevado a la situación que ahora vivo. Y aceptar presupone que puedo cambiar si me pongo en marcha y, a pesar de lo que me ocurre, elijo seguir adelante y comprometerme con el cambio.
Me gusta mucho esta forma de verlo.
No me atrevo a hablar de “depresión” en singular, porque hay muchas formas en que se manifiesta y, sin miedo a equivocarme, creo que hay una depresión por cada persona que la padece. Porque somos seres individuales. Por eso, desde mi planteamiento, no importa tanto la etiqueta como la persona. He tenido el privilegio de poder ayudar a adultos y niños, porque sí, también los niños se sienten así a veces.
La ansiedad a veces es buena, porque nos motiva a seguir, pero muchas veces nos deja paralizados. Por eso es necesario saber cómo afrontarla. Por supuesto, en cada persona la ansiedad es diferente.
No tengo miedo de combinar distintas técnicas, pero siempre con la persona en el centro.
Me gusta esta forma de entender la terapia y el proceso terapéutico que asume que el sufrimiento forma parte de la vida. Y que, la mala fama que tiene el sufrimiento, muchas veces tiene mucho que ver con cómo lo pensamos. Las palabras que nos decimos sobre ello tienen gran importancia… pero al final las palabras son sólo palabras y podemos ver de modo distinto el significado que se le otorga.
Aceptar supone reconocer que estamos en un mal momento, que tenemos cierta responsabilidad y que siempre se puede hacer algo con lo que nos pasa. Aceptar supone darme cuenta de que todos mis esfuerzos me han llevado a la situación que ahora vivo. Y aceptar presupone que puedo cambiar si me pongo en marcha y, a pesar de lo que me ocurre, elijo seguir adelante y comprometerme con el cambio.
Me gusta mucho esta forma de verlo.
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