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Ese luego que nunca llega

De forma más o menos natural o, por lo menos, habitual, hay muchas tareas que tanto nosotros como nuestros hijos vamos dejando en un eterno “para luego” que nunca llega. Técnicamente se conoce con una palabra que cada vez se va oyendo más: PROCRASTINAR, que una vez vi definido como “el arte de postergar”. El continuo dejar para luego se puede convertir en un verdadero problema. Empezamos dejando una cosa con poca importancia, se extiende… y nos vemos al final con una serie de cosas pendientes que, por efecto bola de nieve, han crecido hasta ser casi inmanejables.

Hay, en general, dos tipos de procrastinadores: los que no empiezan nunca y los que no acaban nunca lo empezado. Al final, la consecuencia es la misma: tareas demoradas sin fin. Para ambos ayudan estas reflexiones.

 

Ese luego que nunca llega ¿Por qué demoramos?

Es complejo saber exactamente porqué una persona demora en hacer algunas cosas. Seguramente empezamos postergando lo que menos nos gusta hacer y luego se va generalizando. A modo de pistas para saber dónde nos situamos, recojo algunas de las circunstancias que inician o mantienen este comportamiento.

  • Falla la noción del tiempo y lo que creía que iba a costarme menos me cuesta más. Así que lo siguiente queda siempre por hacer.
  • Sensación subjetiva de que no tienen problemas en alcanzar sus objetivos casi sin esfuerzo (“yo lo hago luego en un pispás”)… la realidad es otra.
  • No saber enfrentarse a las dificultades y obstáculos y responder con bloqueo. Hay que añadir la baja capacidad de soportar la frustración y un miedo atroz al fracaso (para no fracasar, no lo hago; me cuesta, pues lo dejo).
  • Dan por supuesto que en la vida las cosas tienen que ser fáciles. Es sencillo reconocer la presencia de este tipo de creencias distorsionadas. Esta de “la vida color de rosa” es muy habitual.
    Generalmente hay una falta de objetivos claros y una falta total de compromiso con el momento presente, de modo que las coas no se hacen en el momento, sino que las dejamos marchar al país de nunca jamás.
  • A menudo han construido unos modelos de realidad que son imposibles de alcanzar, porque son tan ideales como irreales.
  • No saben qué es lo que quieren y así averiguar cómo motivarse es toda una aventura.
  • Otra creencia es, al contrario de las que nos hablan de omnipotencia, la de que no son capaces o que son menos que los demás. Muchas veces ven que los otros pueden y ellos no (sin saber el esfuerzo que han hecho los demás). Se suelen quedar en este sentimiento y es fácil pasar a considerarse víctima.
  • Es evidente que postergar hace que no tengamos que hacer las tareas desagradables para nosotros.
  • Puedes echar la culpa a los otros, al mundo o a la vida de tu infelicidad.
  • Justifica resultados mediocres (“no tuve tiempo”, “se me complicaron las cosas”,…).
  • Si postergo, puede que otro lo haga por mí.

 

Cómo detectar a un procrastinador

Lo más evidente es por medio de las tareas que deja sin hacer y las que hace a última hora deprisa y corriendo. Pero además de esto, podemos reconocer otros rasgos que nos llevarían a pensar en la tendencia a postergar:

  • Encuentran fácilmente actividades con las que evadirse.
  • No es extraño que les entre sueño o cansancio justo cuando acometen lo que postergan.
  • Tiene justificaciones preparadas por si alguien le pregunta. Y al principio son creíbles. Luego, en realidad, ya suenan a sospechosas por ser excusas poco creíbles e incluso ridículas.
  • No es capaz de descubrir su patrón de postergación. Sólo desde fuera se ve claramente. Para ellos, es lo normal.
  • Apechuga con los reproches, burlas y señalamientos.
  • Siente alivio al saber que a otros les pasa.
  • Es simpático o simpática en exceso, como forma de compensar lo que no hace.
  • Siento miedo intenso al fracaso.
  • Con mucha frecuencia delegan compromisos y responsabilidades en otras personas.
  • Falta de asertividad. No son asertivos, sino en todo caso evasivos o agresivos.
  • Fácilmente irritables, ya que el peso en la mente de lo que no hacen acaba siendo fuerte.
  • No les cuesta nada apelar al tolerancia y buena voluntad de los demás. (“ellos lo entenderán”).
  • Su forma de vida se basa en la inercia, muchas veces porque muestran resistencia al cambio.
  • Muchas veces se sienten aburridos.

 

Tips para salir de una actitud procrastinadora

Objetivo: dejar de postergar. Para ello, convienen algunas recomendaciones:

  • Haz listas de cosas pendientes y establece metas a muy corto plazo. Importa mucho el que sean alcanzables a la mayor brevedad, porque eso motiva a tareas mayores. Puedes, incluso, hacer una lista con ideas descartables.
  • Cuando decidas hacer algo, comunícalo a alguien, porque esto crea un compromiso mayor. Decirlo, compromete.
  • Divide el trabajo en unidades más pequeñas. No exageres la dimensión de la tarea. Tampoco hace falta echarle imaginación negativa. “Tengo tooodoooo el jardín por recoger”.
  • Rompe la “barrera del primer minuto”. Toda tarea empieza en un primer minuto. Si somos capaces de hacer algo ese mínimo tiempo, luego el ritmo se establece. Lo complicado es romper la tendencia a postergar y hacer eterno ese primer minuto. Busca la forma de empezar, con ayuda si hace falta, con recompensas,… Desde la filosofía oriental nos hablarían del KAIZEN, al que en alguna ocasión hemos hecho referencia. Nos invita a preguntarnos cuál es el mínimo movimiento que debo hacer para salir de donde estoy o lograr lo que quiero. Vive según la regla de los cinco minutos: basta dedicar este tiempo para salir de la inercia. Empezar elimina la ansiedad del proyecto.
  • Piensa que eres importante y no te mereces la angustia de estar demorando las cosas.
  • Recuerda lo que estás dejando de hacer. Uno de los mecanismos por lo que se instaura este comportamiento es dejar de pensar en lo que se posterga… si no lo pienso, no está, parece querer jugar nuestra mente. Es bueno recordar las cosas pendientes de la lista, sin agobios que pueden producir bloqueo, pero con firmeza cariñosa. Ya no es momento de excusas ni mentiras.
  • Hay una creencia que mantiene muchas veces este comportamiento y es la de que bajo presión se trabaja mejor. No. Bajo presión se pueden y suelen cometer más errores y las cosas no quedan lo bien que podrían. No deja de ser una excusa para dejar las cosas hasta el último momento. Como estudiantes hemos vivido, casi todos, las presiones de dejarlo todo para el final… ¿recuerdas cómo te sentías? O, como me ocurría, si dejas toda la tarea del verano para la última semana antes de volver… Reconocer las creencias que lo perpetúan es un paso importante.
  • Otras veces lo que está bloqueando es el deseo de hacer las cosas perfectas. No se trata de alcanzar la perfección, sino de hacer lo mejor que se pueda. Generalmente buscar la perfección lleva a bloqueos y a pensar “si no lo voy a hacer bien, mejor lo dejo”. Es una trampa. Haz y valora lo que haces tal como lo haces.

El primer paso es siempre el que más cuesta. Creo que, en el fondo, estamos hablando de ser responsables, de responder a lo que la vida me trae. Es necesario que asumamos la responsabilidad que lleva a la acción, porque las cosas no se hacen solas ni los problemas desaparecen mágicamente. La idea a instaurar es que quiero hacer lo que debo.

Creo que la clave para superar este tipo de comportamientos tiene mucho que ver con el sentido de la responsabilidad y con ser conscientes de para qué podría querer hacer lo que postergo.